No es libertad, es egoísmo

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La libertad es una condición inherente al ser humano. Por ella, o, mejor dicho, por el anhelo de ella, se han escrito grandes tratados filosóficos, iniciado revueltas, y declarado guerras. La facultad de obrar de una manera u otra conforme a la determinación de uno mismo va más allá de ser un derecho (adquirido en el tiempo), sino que es una necesidad intrínseca de nuestra especie.

Esta libertad tan ansiada antaño y cuya búsqueda era la esencia pura de nuestra existencia, en los últimos tiempos se ha tornado en un concepto prostituido y tergiversado. Ha servido, y sirve, como excusa pueril para motivar decisiones de toda índole sin mayor refrendo que invocar la libertad como el fin que justifica cualquier medio. Y más allá del debate filosófico que podría generarse bajo estas premisas, el principal problema es que esta “libertad” a la que se alude constantemente es, simplemente, una falacia. Una mala excusa de quien quiere ocultar sus verdaderas motivaciones (a menudo pueriles) tras una cortina de humo ungida con el respeto que en nosotros genera, casi de manera automática, esta palabra.

Lamentablemente, una parte de la responsabilidad de extender esta práctica la tienen los políticos (no son todos, solo los malos), que constantemente se aprovechan de estos trucos para buscar el respaldo a sus propuestas más controvertidas a sabiendas que, de esta manera, tendrán más oportunidades de lograr el éxito.

Como muestra fehaciente de esta deplorable conducta, tenemos el ejemplo que llevamos años sufriendo en la Comunidad de Madrid. Isabel Díaz Ayuso, lideresa del PP en nuestra región, se podría considerar una experta en el “arte” de la prestidigitación ideológica. Su permanente invocación de la libertad como pretexto para cada una de sus excentricidades gubernamentales es un intento constante de tapar una nefasta gestión y una carencia de sustrato ideológico detrás de sus escasas y desatinadas actuaciones. Ella encarna, casi a la perfección, la mencionada bajeza moral e intelectual de quien trata de esconderse tras un concepto mucho más potente que lo que su capacidad puede abarcar.

Tanto es así que ha llevado su pantomima hasta el límite del raciocinio, presentándose ante la ciudadanía bajo el lema “socialismo o libertad” (como si fueran excluyentes), tratando casi de encarnar, en una versión de paupérrima demagogia, la obra de Eugène Delacroix “La Libertad guiando al pueblo”, sustituyendo las armas que el pueblo porta por las cañas servidas en nuestros bares.

Ese es el nivel intelectual ante el que nos encontramos: aquella que se arroja como salvadora de Madrid y de España planta cara a las recomendaciones sanitarias, al Gobierno y al sentido común para defender que, aunque tengamos más contagios que nadie en nuestro país, nosotros podamos irnos de cañas. Y a eso, sin ningún rubor, lo denomina libertad.

Desacreditar de esta manera un concepto tan puro y enfangarlo hasta que quede irreconocible no es algo fácil de hacer. Al menos, no con elegancia. Ayuso no lo ha conseguido, pero tampoco parece que lo haya intentado. Su estrategia, aparentemente, solo consiste en rechazar cualquier medida propuesta por el Ejecutivo central y contraponerla con una idea delirante que contraviene cualquier raciocinio en mitad de una pandemia mundial.

En este punto cabría preguntarse qué es lo que mueve a una persona en un cargo de tan alta responsabilidad a actuar de esta manera. La solución es sencilla; su propio interés. Es evidente que la gran mayoría de la ciudadanía no se siente a gusto con la actual situación, pero la acatamos en mayor o menor medida porque entendemos que es por un bien común. Ayuso no. Ella busca su propio rédito. Sabe que Madrid es la región con peores cifras de contagios y que las medidas que necesitamos debieran ser bastante más duras, pero también entiende que las restricciones a implementar reducirían su popularidad, y por ahí no pasa. Así que, con la excusa de la libertad, intenta enfrentarse a cualquier recomendación del Gobierno y se lanza en una cruzada cuyo único fin es su supervivencia política.

La palabra egoísmo deriva del latín, y está formada por “ego” (yo, el ser individual) y el sufijo “-ismo” (tendencia, práctica de). Es decir, que ese interés individual que practica Ayuso no es libertad, sino otra cosa.

Para analizar el gigante con pies de barro en el que se ha convertido la figura de Ayuso, basta con repasar de manera sintetizada dos ejemplos de su gestión en el último año. Y convendría recordar, antes de continuar, que hablamos de hechos consumados y públicos; para no caer en el error de suponer, sino estar ante la certeza de saber.

Respecto a la lucha contra la pandemia, la Comunidad de Madrid tiene el dudoso honor de ser, por mucho margen, la comunidad autónoma con más contagiados, tanto por millón de habitantes, como por contagios totales.

Pese a las múltiples recomendaciones del Gobierno de España, nuestra región se ha resistido todo lo posible a establecer medidas férreas de control del virus, estableciendo como protocolo llevar la contraria a las medidas que proponía el Gobierno central.

Cuando se decretaba el confinamiento, Ayuso decía que era excesivo. Cuando finalizaba el confinamiento, Ayuso decía que era prematuro. Si el Gobierno limitaba las reuniones a seis personas, ella decía que mejor ocho. Cuando se ha decretado un cierre perimetral en Semana Santa, la presidenta ha clamado contra él en todos los medios, pero si el Gobierno no lo tiene previsto en el puente de mayo en Madrid (en estudio por la previsión de mejora de la situación por las vacunas de abril), ella argumenta que es vergonzoso que no se clausure la comunidad. Y así con todo.

Posiblemente su mayor logro es repetir permanentemente lemas como “la cultura es segura”, “los bares son seguros”, “los colegios son seguros”, etc.,  sin hacer nada para que sea verdad. Allá donde vaya, o sobre lo que se le pregunte, todo es seguro. Pero entonces… ¿dónde nos estamos contagiando los madrileños? Seguimos a la cabeza en el cómputo global, y destacados. Pareciera que tanta propaganda y tan poca acción por parte del Ejecutivo regional ha conseguido generar un peligroso clima de falsa seguridad en lugar de prevenir a la población.

Un segundo ejemplo, aún más delirante si cabe, es el de los “contactos” para comprar la vacuna rusa. De nuevo, la presidenta (esperemos que expresidenta en breve), clama por la libertad de poder comprar lo que nos dé la gana, porque para eso tenemos dinero. El resto de comunidades autónomas que se apañen. Los castellanomanchegos, los castellanoleoneses, los extremeños, los andaluces, los valencianos… que se busquen la vida, porque nosotros debemos tener la libertad de hacer lo que queramos. ¿Es eso egoísmo o es libertad?

¿Qué pasaría si Alemania y Francia hicieran lo mismo que sugiere Madrid? ¿Cuándo empezarían a llegar las vacunas a España? Si Angela Merkel o Emmanuel Macron entendieran la libertad como la entiende Ayuso, en España no empezaríamos a vacunarnos hasta 2022.

¿De verdad nos merecemos esto los madrileños? El 4 de mayo lo veremos. Si sale reelegida será un premio al disparate constante y a la incompetencia manifiesta, al populismo, a las declaraciones histriónicas y al individualismo. Los intereses personales se habrán impuesto a los colectivos y tendremos otros dos años para reflexionar por qué hemos elegido egoísmo en lugar de libertad.

José Antonio Arias
Concejal del Grupo Municipal Socialista de Tres Cantos

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